El orador habla y el intérprete encerrado en su cabina traduce; el intérprete escucha al orador pero éste no escucha al intérprete. Hay una confianza tácita –del orador hacia el intérprete y del público receptor- y un respeto por lo enunciado por el orador –el intérprete intenta reproducir lo escuchado y no modificarlo-. También se produce una simultaneidad de voces: la del orador y la del intérprete, similares en el sentido –aunque no idénticas- pero distintas en sus formas.

Me parecía imprescindible seguir hablando de pintura. De modo tal que mi intención ulterior era encontrar un lenguaje que relea la pintura.

Me interesa investigar la posibilidad de interpretar algo en nuevos términos pero conservando su estructura. Esta estructura es lo que permite que aquello que produjese conservara su forma original pero se contagiara de un contexto de producción ajeno. Me habilitó a abrir la dinámica entre el orador y el intérprete: el intérprete se permitió algunos comentarios por fuera de lo que el orador estaba diciendo sin que éste se enterara (en algún punto “traicionó” la confianza y pacto inicial de la relación).

Lo que intentaba era encontrar espacios entre todas estas cuestiones. Esperaba que logrando entender el silencio imperceptible de la pintura pudiera crear una nueva acústica, más pausada y sin apuros. 

Creo que en este proceso de exégeta, de comentarista de la pintura de a poco fui encontrando esas notas mínimas que hacían de la pintura un solo relato. Asimismo, me interesaba que mi voz se superpusiera a otras, que conservara el recuerdo lejano de una historia transitada y retransmitida.

Dégradé (rosa-amarillo)

Gouache sobre papel

54 x 68 cm.

2012

Dégradé (amarillo-verde)

Gouache sobre papel

54 x 68 cm.

2012

Dégradé (doble)

Gouache sobre papel

36 x 48 cm.

2012

Dégradé (Anita)

Gouache sobre papel

50 x 70 cm.

2013

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