Escribí La Ceremonia en 2009. La obra buscaba plantear el problema de la legitimación de un artista por sus pares. Asimismo mostraba la tensión entre claves conceptuales y técnicas tradicionales. La resolución de la imagen (sombreado a lápiz capa sobre capa) y el texto (más cercano a las prácticas del primer arte conceptual) también remitían a esa tensión. El guión daba cuenta del carácter críptico y hermético que por momentos percibe un espectador espontáneo que no conoce los “códigos” del arte contemporáneo.
La Ceremonia (guión)
Los personajes se encuentran a la entrada de un gran mingitorio. El Pope los espera.
Los hermanos antes de entrar saludan al Pope. Dan vueltas agitando sus manos como si bailaran la tarantela. Todos llevan puestos delantales con manchas de pintura. Luego de saludar el Pope le entrega a cada uno un pincel y una paleta. Los hermanos se introducen reptando uno a uno por el agujero del mingitorio.
Una vez adentro comienza la ceremonia.
El Pope pregunta al Hermano Vigilante si todos los presentes pertenecen al círculo. El Hermano Vigilante hace una ronda y responde que sí.
Pope: Dada, Dada. Que comience la sesión.
Todos: Dada, Dada. En un murmullo como de iglesia.
Pope: En el 92° año de nuestra era daremos lugar a la iniciación de un profano.
Tocan la puerta.
Pope: ¿Quién va?
Profano (desde afuera): Un profano que desea ser artista.
Pope: ¡Que entre!
El Profano entra reptando por el agujero. Tiene una boina inclinada como si fuera francés, bigotes falsos, pantalones cortos y tiradores, y los ojos vendados. Una vez dentro le quitan la boina, le arrancan los bigotes y le ponen un delantal.
Los hermanos golpean sus pinceles contra sus paletas y el Profano se asusta.
Pope: ¿Por qué quieres ser artista?
Profano: Porque soy bueno y de buenas costumbres.
Pope: Antes de formar parte de la hermandad has de pasar la prueba.
El Pope ordena traer el aceite de lino.
Dos hermanos sujetan al Profano de los brazos mientras otro hermano le vierte el aceite de lino en la cabeza. El Profano se retuerce.
Todos (al unísono): ¡No es una pipa! ¡No es una pipa!
El Profano se arrodilla y le dan su pincel y su paleta.
Pope: ¿Juras por tu honor que jamás traicionarás a tus hermanos?
Profano: Sí, juro.
Pope: ¿Juras que de hacerlo te despojarás de tu pincel y tu paleta?
Profano: Sí, juro.
Pope: Y por último, ¿ juras que jamás revelarás los secretos del arte?
Profano: Sí, juro.
Pope: ¡Quítenle las vendas!
Al quitarle las vendas el Profano se encandila con un destello de luz. Algo gira por encima del Pope que lo mira petrificado. El Profano logra ver, al cabo de un rato, una rueda de bicicleta.
Todos: ¡Dada, Dada!
Pope (golpeando su martillo sobre el estrado tres veces y vociferando con sus brazos en alto): ¡El círculo tiene un nuevo hermano!
Profano (murmura temeroso): Dada, dada. Mientras tiembla aferrado a su paleta y su pincel.
La escena se aleja y se va oscureciendo.