Estas fueron mis primeras obras. Me interesaba plantear la pregunta por la esencia del arte, y en particular, sobre los problemas que han surgido en el arte moderno y contemporáneo; en torno a la idea de representación, el concepto de originalidad, la separación entre arte y vida, la disponibilidad de las formas históricas, las posibilidades y límites de las citas, mi relación con el arte.
Las operaciones siempre terminaban truncadas, desde el comienzo ya planeaba su fracaso. Cómo realizar dos obras iguales, cómo unir arte y vida, cómo representar un objeto, cómo hacer de cuenta que estaba diciendo algo profundamente interesante. Creía que el guiño de la obra residía en eso: saber que algo no funcionaba y presentarlo ingenuamente como si todo estuviera a la perfección, con toda la seriedad que el problema amerita.
La factura de mi obra era (y es) sumamente prolija y solemne, como la de una alumna aplicada que se preocupaba por hacer bien su tarea. La naturaleza de los temas sobre los cuales vagaba requería un plan meticuloso y exhaustivo. Los títulos jugaban un papel fundamental, cumpliendo funciones diversas: en ocasiones éstos señalaban, cuestionaban y hasta negaban el contenido de la imagen.