Un día una persona sale del Museo de la Orangerie y se encuentra con un haz de luz refractado sobre una foto de Monet (un Monet viejo y barrigón junto a la laguna de nenúfares de Giverny). Tiempo después en una visita a los jardines de Giverny se toman fotos de la laguna, del parque y de las flores. En algún momento alguien decide que es necesario refractar un haz de luz sobre la imagen de ese Monet barrigón y descomponer la luz en doce instancias. Comienzan a realizarse algunos experimentos con un prisma. Se consulta a un físico óptico (que roza la emoción al ver a alguien interesado en su campo de investigación). Los experimentos se trasladan de París a Buenos Aires. La correspondencia con el físico óptico se mantiene. Por último, se contempla la posibilidad de distorsionar la historia. Dejar de lado las fotografías de Giverny y hasta quizás de desfigurar al barrigón. El planteo básico de la descomposición de la luz y el haz refractado se mantuvo. El prisma ocupó un lugar central en el desglose de los elementos: un axis mundis que proyectó luz y color.
Sólo la luz podía entrar. Ahora es color sobre una panza que fue alguna vez magra. La panza se pregunta por el mundo, por qué comer, por dónde está lo que busca. Tiene hambre y un apetito insaciable de luz y de mundo. Sólo quiere comer. Sí, comer. Come luz. No se llena. Sigue comiendo. La gente la mira. Por qué come tanto, por qué tiene tanta hambre. El hombre con hambre. Quizás el barrigón tiene aún más hambre. No tiene límite y sólo come. Lo que come le pertenece.
Come hombre hambre.
Come cuanto puedas.
Come cuanto quieras.
Panza insaciable.