Inés Marcó

10 de diciembre

Nuevamente me desvelé a la madrugada. Me falta dormir más para ir a nadar. Por suerte el agua se traga todo y uno sale como nuevo. Pronostican una tremenda tormenta que yo espero con ansias para que amaine la nostalgia que tengo de las tormentas argentinas. 

Arrecian las tormentas argentinas. Arrecian las argentinas tormentas. Tormentas argentinas arrecian. Tormentan, argentinas, arrecian. 

Me encanta la palabra arrecian. Es transparente, expresa la fuerza que significa. Pariente de arremeten. Es la rr. ¿Qué haríamos sin la rr en el castellano? Una tibieza. La rr es lo que el idioma tiene de valentía. Por eso nuestro yeísmo es una osadía. No nos bastó con la rr y fuimos por más. Como siempre. 

Arrecian las lluvias en las tormentas argentinas. 

(más tarde)

Hoy el mar estaba picado, en olas amplias de las que te levantan el cuerpo entero. Mar profundo, creí escuchar que lo llamaban. Por arriba se mueve en un sentido y por debajo en otro. El cuerpo cree que lucha cuando va contra del sentido del movimiento de la superficie pero no, ahí es cuando va con el mar. Por eso la ida hasta el Vela fue tan placentera. El cuerpo toma la forma de la ola, se eleva, ve a lo lejos en la cima y vuelve a bajar. Pese a estar al lado de la ciudad sólo se ve el mar. Por momentos se ven unas explanadas inmensas de agua, como un valle entre las olas, y ahí se entiende la distancia. 

La vuelta fue más difícil, pese a que todos pensamos que íbamos a ir a favor de la corriente. Al pasar por el espigón del medio sentí el cansancio. Ya no coordinaba bien ni lograba eficiencia en la brazada. Salir fue fácil, sólo prestar atención a la ola que rompía sobre la orilla.