Pas

Pas de nuages à l’horizon. Lo digo en francés no por pretensiosa sino porque así tal cual se me cruzó hoy al ver el cielo. Ni siquiera sé si está bien dicho. Esta vez vi a Hernán el triatleta a lo lejos. Me di cuenta que era él por su forma triangular y porque tenía puesta la misma remera turquesa que usó el lunes. Esta vez enterré mi mirada en el suelo y evité saludarlo. No quiero intimidarlo.

Hoy hace frío, cayó agua nieve y las lomadas del campo de Golf se ven blanquecinas. Para cuando estoy terminando de dar la primer vuelta el sol se proyecta rojo primero sobre lo alto de un tronco, después en los postes de madera que bordean el camino y por último en mi espalda, que no veo, pero puedo imaginar al ver la sombra larga que se dibuja en el camino. Cuando estoy haciendo la segunda vuelta al lago se prenden los regadores. Me imagino la felicidad de Ulises si los viera (agitando manos y frotándose la panza). Hoy no hago ejercicios del tronco superior. Pas de ejercicios secos. Tengo poco tiempo: cuando vuelva a casa me tengo que bañar, darle la tata a Ulises, comer algo, conectarme a la reunión con la mimo para la que preparé minuciosas formas ayer a la tarde. Antes de volver elongo junto a un árbol, el vapor que sale de mi boca se eleva como copa (¡epa, qué rima!). Junto unas ramitas para llevarle a Uli de regalo, una tiene forma de caballo: agitar manos, frotarse la panza. 

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