Ya capó, escuché decir alguna vez a una correntina. Lo que parecía ser una tormenta fue sólo un chaparrón. Corro por el asfalto porque de todos modos el camino está embarrado. Hay poca gente, casi diría que no hay nadie. El agua del estanque del campo de golf apenas se riza. Desde que llenaron el estanque lo miro con ganas, tiene unos 25 metros curvos aunque playos y seguramente bastante sucios. Hace unos días no me contuve y les escribí a los de Harrods preguntando si tenían alguna novedad, algún indicio, algún rumor, una mínima luz que se entreviera al final de este túnel seco que transitamos desde marzo. Muy amablemente me contestaron que no, que ni bien haya novedades me avisarán. Falta menos, me dijeron.
En mi cabeza repaso lo que pienso escribir sobre “Lo que ya no existe” de C. Castagna. Busco las palabras que más se acerquen a ese conjunto de relatos. Trato de estructurar mis ideas para darle una semblante justo a aquello que leí.
Ayer vi los caballos de la policía recorriendo la bicisenda de Figueroa Alcorta. Pensé en los caballos que hubo en esta quinta de Rosas. Este caballito quiere ir a trotar, ico-ico-ico, vamos a pasear. Yo no corro, troto. Trotar con lluvia es, por ahora, lo más cercano a nadar. Se me escapan unas brazadas, primero de pecho, después de crowl. Tiro de la cuerda y miro las ramas de las tipas que quieren escaparse de la tierra que las sujeta.
trotar
lo-que-ya-no-existe
¡Volvieron el tenis y el golf! Pero qué alegría. En el campo de golf están llenando el estanque y seguro que próximamente ya veremos golfista caminar por las verdes praderas. También volvió el tenis y ahora los tenistas bajan de sus autos exultantes y se saludan con el puño (¿no era el codo? bueno, debe ser algo por ahí). Me alegro por ellos que ahora pueden disfrutar plenamente de su deporte y dejar de jugar clandestinamente como le venían haciendo desde hace meses. El problema con la natación serían los vestuarios, por la concentración de cloro que hay en el agua no podría haber contagio. Levante la mano el que esté dispuesto a salir en bata desde su casa, nadar y volver chorreando agua.
Hoy salí a correr más tarde. No crucé ni a la patinadora ni al triatleta Hernán. Cuando llegué a Olleros adelante mío corría un tipo que resoplaba como caballo. Cada 20 segundos un resoplido. No le veía la boca pero se escuchaba cómo los labios ondeaban con la exhalación. Hoy corro como una burra, lenta y con miedo: desde hace una semana ando con un dolor en el aductor mayor. Es un dolor que convoqué mentalmente, me había llamado la atención que no me doliera la rodilla izquierda que tradicionalmente me duele al correr. Estuve intentando elongar más la pierna en cuestión y también de correr más erguida (tratando de que el abdomen se consumiera mi peso) y creo que me hace mejor pero igual me duele. Piso prudente el piso, pienso tanto en cómo dar los pasos que creo que arruino cualquier motricidad sana.
Cuando estoy terminando de dar la primera vuelta me cruzo a las alemanas: primero a la madre, después a la hija. La madre corre muy bien, tiene las pantorrillas de un futbolista y parece de 35 años pero debe tener más. La hija es la mejor corredora del mundo, no tengo dudas de eso. Apenas toca la tierra para impulsarse, los pies se proyectan ligeros y el suelo no debe ni sentir su peso. Sé que son alemanas porque además de rubias se gritan en alemán palabras ininteligibles cuando se cruzan (corren por separado, tienen objetivos distintos). Me encantaría poder preguntarles algo. Cómo sacarme de encima el dolor o cómo hacer para correr mejor. La hija una vez me saludó pero después yo no supe mantener el saludo. Corre muy rápido.
burro
caballo